sábado. 20.04.2024
Artículo histórico

Los verdaderos "Últimos de Filipinas"

¿A quiénes nos referimos con los "últimos de Filipinas"? 75 años después de la “Masacre de Manila", recordamos uno de los episodios menos conocidos de la historia de España.

Los "últimos de Filipinas" posan tras su llegada a España después de capitular el 2 de junio de 1899
Los ''últimos de Filipinas'' posan tras su llegada a España después de capitular en Manila el 2 de junio de 1899.

Todo español, a lo largo de su vida, ha oído hablar alguna vez de “los últimos de Filipinas”. Un batallón del ejército nacional que, en 1898, se atrincheró sin más remedio en la iglesia del pueblo filipino de Baler, cuando, por aquel entonces, el país asiático era todavía uno de los últimos remanentes del antaño glorioso imperio español.

Los soldados, capitaneados por Enrique de las Morenas, estuvieron un total de 337 días aguantando los ataques tagalos (nombre que recibe la población indígena que habita las islas del archipiélago de Filipinas) y esquivando como podían todo tipo de enfermedades, entre las que destacaba el “beriberi” (traducido como “debilidad-debilidad” del tagalo al castellano).

                                                               Saturnino Martín Cerezo, teniente que quedó al cargo del destacamento de Baler y que rindió la plaza

Saturnino Martín Cerezo, teniente que quedó al cargo del destacamento de Baler y que rindió la plaza

Durante el tiempo que duró el sitio, tanto el capitán De las Morenas y el oficial Alonso Zayas, como el teniente Martín Cerezo, se obcecaron en afirmar que todos los diarios que recibían anunciando la capitulación de España estaban siendo manipulados por los tagalos o por los estadounidenses para provocar su rendición. No obstante, un 2 de junio de 1899, el teniente Cerezo, que se había convertido en la máxima autoridad del destacamento tras los fallecimientos de sus superiores, leyó una noticia en uno de esos periódicos y se dio cuenta de que era imposible que los filipinos o los yankees pudiesen haber escrito aquello, pues se explicaba algo que solo él conocía sobre el protagonista del texto. Por tanto, sabiendo que sus enemigos no podían haber tenido acceso a tal información, dedujo que todos los diarios que habían estado recibiendo eran verídicos y que llevaban resistiendo y sufriendo en vano desde hacía bastante tiempo. Con el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, la guerra hispano-estadounidense terminó y España capituló, abandonando a su suerte a nuestros soldados y cediendo las Filipinas a los Estados Unidos. Pasaría entonces a crearse la historia de “los últimos de Filipinas”, definición que serviría de inspiración para numerosas leyendas y teorías.

Así, los hechos perduraron en el tiempo gracias a que fueron llevados tanto a la literatura como al cine o a la televisión. Algunos ejemplos son: libros como El sitio de Baler (1904) del propio teniente Martín Cerezo, Esclavos del Honor (2017) de Raúl Borrás San León, Morir bajo tu cielo (2014) de Juan Manuel de Prada o Los últimos de Filipinas (2016) de Miguel Leiva; películas como Los últimos de Filipinas (1945) de Antonio Román, 1898: Los últimos de Filipinas (2016) de Salvador Calvo o Baler (2008), producción filipina dirigida por Mark Meily; y capítulos de series como El Ministerio del Tiempo (2015-2020) de Pablo y Javier Olivares, cuya segunda temporada goza de dos episodios (7 y 8) dedicados al sitio de Baler: Tiempo de valientes I y Tiempo de valientes II.

                                                     Los últimos de Filipinas (1945) de Antonio Román 

Los últimos de Filipinas (1945) de Antonio Román

Como nota predominante, vemos que se hace referencia al destacamento del ejército español que se atrincheró en la iglesia de Baler como “los últimos de Filipinas”, pero… ¿Fueron realmente ellos los últimos españoles que permanecieron en el archipiélago de las Filipinas? La respuesta es: no.

Después de que el destacamento dirigido por el teniente Martín Cerezo abandonase las Filipinas zarpando hacia España desde Manila, fueron muchos los españoles que permanecieron en el país asiático: sacerdotes, párrocos, misioneros, desertores del ejército español, desertores del destacamento de Baler y algunos comerciantes. Así, la comunidad española en Filipinas siguió viva e integrada en la sociedad tagala pese a que se había cedido la soberanía de las islas a los estadounidenses. Aquellos españoles seguirían, por tanto, desarrollándose y conviviendo con total normalidad pues, al fin y al cabo, habían sido ellos los que habían decidido permanecer allí, rechazando la vuelta a casa que se organizó para los atrincherados de la iglesia.

Sin embargo, cuarenta años después, esa paz se vería alterada tras la llegada, en 1941, del ejército del Imperio del Japón en uno de sus movimientos para controlar el Pacífico en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las buenas relaciones entre España y los países del eje, del cual formaba parte Japón, los descendientes de los que decidieron no abandonar las Filipinas vieron amenazada su presencia en las islas tras la invasión nipona. El temor era creciente ante la crueldad que los japoneses estaban demostrando por todo el mundo y, como se demostraría más tarde, esas sospechas no estaban infundadas.

En marzo de 1945, tras cuatro años de ocupación, los estadounidenses lanzaron su ofensiva y avanzaron hasta conseguir liberar la capital, Manila. El ejército japonés, derrotado, recibió la orden de aniquilar la capital filipina para evitar que Estados Unidos sacase algún provecho. De esta manera, los soldados nipones ordenaron a todo el mundo que entrase y permaneciese en sus residencias con el objetivo de mantenerlos controlados. No obstante, sus intenciones eran mucho más macabras: para ahorrar munición y aprovechando que toda la población estaba encerrada en sus domicilios, incendiaron la ciudad y comenzaron a perpetrar lo que hoy se conoce como la “Masacre de Manila”.

Manila destruida tras la retirada japonesa

Manila arrasada tras la retirada de los japoneses en 1945

Tanto los que vivieron en la época del sitio de Baler como sus descendientes fueron objeto de dichos ataques y fallecieron bien incinerados o bien acribillados en las calles. Algunos, por suerte o por desgracia, decidieron resguardarse en el consulado español, lugar que consideraban seguro porque, como se ha apuntado antes, Francisco Franco había mantenido una relación de alianza con el Imperio del Japón. Pese a ello, los japoneses hicieron oídos sordos a cualquier tipo de alianza y asesinaron con bayonetas a los 67 españoles que allí se habían refugiado. La única superviviente de aquel ataque, Anna María Aguilera, de 6 años, contaba en documentales posteriores cómo los nipones, al llegar, ordenaron que todo el mundo se pusiese en fila india para facilitar las ejecuciones.

En total, 257 españoles perdieron la vida en esa batalla a manos del ejército japonés, ya fuese en los incendios, en la calle o en las ejecuciones del consulado. Toda esta situación provocó incluso que Franco declarase la guerra a Japón, ya que consideraba que los españoles allí residentes no habían tenido nada que ver en la batalla y no entendía cómo ni por qué Japón había ordenado acabar con aquellos ciudadanos a sangre fría. En palabras de la niña superviviente, Anna María Aguilera, “ese día no distinguieron entre nacionalidades”.

Cuando la noticia voló a España y la sociedad fue conocedora de la masacre, el pueblo se enfureció, ya que Manila había sido española hasta 50 años antes y todo el mundo era consciente de que todavía había compatriotas viviendo allí. Por tanto, el ataque japonés se vio como un ataque directo a España y, tras la primera reacción, que fue declarar la guerra, el Caudillo ordenó traer de vuelta con la máxima premura a los pocos españoles que hubiesen sobrevivido a la matanza. Por último, el dictador también daría el paso definitivo para romper las relaciones con Japón en abril de ese mismo año 1945.

Sabiendo ahora todo esto, es de esperar que muchos de los lectores cambien su parecer con respecto a “los últimos de Filipinas”. Seguirá habiendo gente que considere que los merecedores de tal definición fueron y serán los valientes soldados españoles que resistieron 337 días en la iglesia de Baler, pero, es irrefutable, que ha sido demostrado que eso no fue así. Los auténticos “últimos de Filipinas” son aquellos que, tras el sitio, permanecieron en el país asiático, se integraron y tuvieron descendencia para, en 1945, ser quemados, acribillados y acuchillados en grupo por los japoneses durante la Masacre de Manila. Cabría la posibilidad de distinguir entre aquellos que sí se salvaron y fueron repatriados a España y aquellos que, lamentablemente, perecieron. Aun así, formaban parte de la misma comunidad y no hay duda de que todos merecerían tal reconocimiento en honor a su recuerdo.

Vayan estas líneas en memoria de los auténticos últimos de Filipinas: algunos volvieron; otros fueron asesinados a sangre fría; pero todos en conjunto merecen mucho más reconocimiento del que, hasta ahora, se les ha dado. 1945: año de los verdaderos últimos de Filipinas.

              Elena Lizárraga, una de las supervivientes, posa junto a su hijo en 1951

Elena Lizárraga, una de las supervivientes de la "Masacre de Manila", posa junto a su hijo en 1951

Aquí os dejamos una pequeña presentación con imágenes que recoge la mayoría de libros, películas y series que se han hecho sobre este famoso pasaje de la historia de España: