jueves. 28.03.2024
Telebasura

La Isla de los Jóvenes

Estamos acostumbrados a encender la tele y ver lo primero que nos ofrece, pero en realidad nadie es consciente de la influencia que ejercen sobre nosotros esas imágenes. Estas influencias se incrementan cuando son los jóvenes los más interesados.

 

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La segunda edición de este programa televisivo La Isla de las Tentaciones, emitido por Tele 5, está en boca de todos, y ya no únicamente en boca, las redes sociales se hacen eco de este éxito. Solo hace falta abrir Twitter, tanto miércoles como domingos, para ver que los principales trending topics son del programa. Sin ir más lejos, para comenzar a escribir estas palabras he abierto Spotify y entre las playlist sugeridas se encontraba la oficial de la Isla de las Tentaciones.

“Cinco parejas en crisis viajan hasta un enclave de lujo para poner a prueba la fortaleza de su relación. Separados en dos casas, deberán convivir con un grupo de solteros y solteras que les pondrán a prueba diariamente”. Para los que aún vivís en las cavernas, o habéis decidido eliminar la televisión en línea de vuestras vidas, así es como se autodescribe la Isla de las Tentaciones en su página oficial.

La Isla de las Tentaciones ofrece un reflejo de la sociedad, aunque muchos de nosotros no nos sintamos reflejados. No siento miedo por la gente de mi generación, ya con veintitantos hemos experimentado y visto suficientes relaciones cómo para saber que lo que se nos muestra no es lo verdadero.

Me asustan los adolescentes que se encuentran entre los 15 y los 18 años que es el periodo de maduración, según los expertos. Jóvenes que están aprendiendo, gracias a ver este programa, que para demostrarle a tu pareja que la quieres debes de serle infiel, que para reforzar tu relación tienes que ponerle los cuernos. Le estamos regalando a esos jóvenes un libro ilustrado en el que basarán sus relaciones futuras, un libro dónde parece que se nos olvida que los jóvenes aprenden de lo que ven.

También es cierto que este tipo de programas no es nada comparado con lo que jóvenes de sociedades como la griega o la romana podían vivir y ver. Estas organizaban orgías públicas. Vasijas y frescos ilustraban estas prácticas, algunos de ellos tan bien conservados como los frescos del prostíbulo de Pompeya. Los jóvenes de estas civilizaciones antiguas no se asustarían en ningún momento al ver las imágenes de la Isla de las Tentaciones. En cambio, nadie es capaz de imaginar este tipo de programa durante la censura franquista o con la Inquisición. Hubiese sido un escándalo público. Productores, actores y colaboradores hubiesen sido llevados a la hoguera sin necesidad de juicio previo a la sentencia.

Tampoco quiero omitir la realidad: a la sociedad española le encantan los realities y la “telebasura”. El pasado domingo 11 de octubre la Isla de las Tentaciones tuvo una cuota del 21,4% de audiencia, acercándose a los 3 millones de espectadores. Nos encanta llegar del trabajo, encender la caja tonta y olvidarnos de nuestro día. Pero programas como este, cuando son los jóvenes los mayores consumidores, son armas de doble filo. Se estima que 88.000 jóvenes comparten parte de la audiencia, una franja muy pequeña respecto al total, pero significativa.

No paramos de leer noticias sobre porqué los jóvenes son más infieles. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos cómo las nuevas generaciones no son capaces de crear vínculos emocionales duraderos con sus parejas. Programas como este fomentan esas actitudes y, si seguimos brindándoles el protagonismo de nuestro mando de la tele, esto solo irá a peor.